jueves, 11 de noviembre de 2010

ojalá NO fuera cierto (cuento III)



Yo era como tú. Vivía en Madrid, en una buena casa, en un buen barrio, iba a un buen colegio… lo tenía todo. Mis padres ganaban bastante dinero; digo ganaban porque todo eso se acabó.

Hace unos meses, la Navidad de 2049, un ejército extranjero entró en el país y bombardeó muchas ciudades, entre ellas Madrid.
Tuvimos que abandonarlo TODO, salir con lo puesto y empezar una nueva vida, en otro lugar.

Estamos en un campo de refugiados al sur de Portugal. Lo que más me llama la atención es que reporteros de otros países vienen a grabarnos y hacer reportajes y noticias de actualidad; nos filman peleándonos, para que un militar nos dé algo de comida para nuestras familias.
La misma imagen que veía muchas noches en la televisión mientras cenaba; y así, el peso aplastante de la realidad cae sobre mis hombros.
Ahora esperamos que nos ayuden, por eso hablamos con los reporteros, intentando que se oiga nuestra voz, intentando movilizar conciencias; pero en el fondo todos recordamos cuando veíamos esas imágenes y no nos quitaban el apetito.

Si a mí no me importaba lo que pasasen esas personas (yo lo tenía todo), ¿por qué voy a esperar que yo le importe a alguien? 

martes, 9 de noviembre de 2010

La emigración. Dos miradas. (cuento II)



Dos palos clavados en el suelo, cinco niños jugando al fútbol y un turista blanco mirando por la ventana. Son muy buenos.
Les ofrece la oportunidad de jugar en España, en equipos reconocidos a nivel mundial. Ellos piensan lo que conlleva, abandonar todo, emigrar, lugar nuevo, gente nueva… pero al fin y al cobo es el sueño de muchos niños. Aceptan.

Juegan en infinidad de equipos, viajan por todo el mundo y sus cuentas corrientes empiezan a llenarse.
Pasan los años y ya nada queda de aquellos niños que jugaban descalzos con un balón de trapo. Todos han tenido las mismas oportunidades, pero no todos son conscientes de su suerte.

Unos donan a fundaciones parte de sus ingresos, colaboran para que otros niños tengan oportunidades parecidas.
Pero otros despilfarran, compran y olvidan lo difícil que es estar donde están. Olvidan aquel campo y aquel balón. Viajan por todo el mundo, pero no pertenecen a ningún sitio.

Las mismas oportunidades pueden ser aprovechadas y vividas de formas muy diferentes.

lunes, 8 de noviembre de 2010

"Pintando la diferencia" (cuento I)



En un cajón había varios estuches: en la zona norte las pinturas color pastel, en otro las oscuras, en otro las llamativas, etc.
Las pinturas pastel eran las más apreciadas, los cuadros que hacían eran los más cotizados y por ello se las cuidaba más.


Un día, una pintura del estuche de las oscuras (la azul oscuro), decidió, animada por sus compañeras, que debía cambiar de estuche.
Saltó del estuche. Rodó por el cajón y en un último esfuerzo entró en el de las pastel.
Estas, en cuanto entró se apartaron y empezaron a cuchichear, (como se atrevía, ese color no encajaba en sus cuadros).


Pero, un día, el pintor quiso hacer un cielo nublado por el que entrase un rayo de luz que iluminase el paisaje. Y utilizó la oscura. El cuadro tuvo mucho éxito.


Las pastel entendieron que juntos eran mejores.
Una preguntó: “¿no tendrás una amiga verde oscuro?”

Pasito a pasito...



¡He encontrado casa! En la parada de metro ciudad Universitaria, hay un anuncio para estudiantes que buscan piso, la página es ALUNI.NET, visité la web y me decidí a llamar a una que está en C/ Menéndez Pelayo, las imágenes estaban bien y el precio, aunque un poco caro, asequible.
                                                   
El piso está muy bien; lo comparto con tres personas más. Uno de ellos es peruano y al verme se puso muy contento; me enseñó mi cuarto y toda la casa.

…horas antes había recogido mis cosas en casa de mi tía, le agradecí todo mil veces, pero ella dándome un gran abrazo le quitó importancia y me dijo que fuera cuando quisiera, que aquella también era mi casa.
Parece mentira la tranquilidad que da saber que tienes a alguien a quien acudir cuando toda parece irse al garete.

Estos pequeños pasos son los que van acercándome a mi nueva vida.

¿Son sólidos estos avances?¿Son realmente avances?

Mi miedo. Su miedo.



El domingo pasado, según volvía de casa de Alfredo en el metro entró un grupo de chicos, se sentaron en los asientos de enfrente y los de mi fila, excepto el que estaba a mi lado.

Un chico se quedó de pie con tal de no sentarse a mi lado. Estaba muy enfadado y dijo a sus “amigos” que tenían que echar a suertes quien se sentaba al lado de la “guachupi”.

No me podía creer lo que estaba oyendo; en cuanto el tren paró, me levanté y me bajé del vagón, ¡no quería oír nada más!
Cuando se cerraron las puertas, el chico que no quería sentarse, me miró y se rió, no tuve valor para mirarle a la cara y miré al suelo.
Creo que no iba a hacerme nada, pero… ¡Dios mío, qué miedo pasé!

¿Nunca te has sentido intimidado por grupo?